Ante tanto sufrimiento…
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Ante tanto sufrimiento…

En medio de su miseria, Paul sigue siendo el mismo, aquel que se preocupa por los demás olvidándose de sí mismo, por eso en cuanto ve entrar a Ngok Lan en casa de Dusan la reconoce y se interesa por ella.

Ngok Lan es una vietnamita a la que encarcelaron por manifestarse en contra de la construcción de la presa que anegó su pueblo. En la cárcel la hicieron pequeña contra su voluntad. Consiguió viajar a Estados Unidos escondida en la caja de un televisor junto a otros que murieron en el viaje. Solo ella sobrevivió pero perdió una pierna. Ahora en Ociolandia, como es pobre, lleva una empresa de limpieza de casas.

Dusan se burla de su situación y del «sueño americano» donde los inmigrantes huyen de su país en busca de nuevas oportunidades, que se traducen en los trabajos que los americanos no quieren hacer.

Pero Paul no hace caso a eso, en lugar de eso muestra su verdadera identidad «me duele verte sufrir innecesariamente, después de lo que has pasado» Podemos ver a Jesús detrás de esa frase, conmoviéndose del sufrimiento de los más pequeños. Paul aplica sus conocimientos de terapia ocupacional para revisar la pierna de Ngok Lan.

Ha olvidado su miseria, su mediocridad, sus problemas, de sí ha salido un impulso que le ha llevado hacia la otra persona hacia quien está sufriendo.

Y tú, ¿qué te sientes llamado a hacer? ¿alguna vez has sentido este impulso que te saca de ti mismo?

Tal vez tu vocación en la vida está por ahí

¿Qué sabes hacer sin esfuerzo? y, sobre todo, ¿para quién lo haces?

Muchas veces nuestros talentos los agotamos en nosotros mismos. El secreto no está solo en hacer aquello a lo que nos sentimos llamados, sino además hacerlo para aquel que nos necesita.

Jesús también vive esta moción, esta compasión que le saca de sí mismo y le lleva al otro en cada uno de los milagros. Por ejemplo aquí:

Jesús se compadeció de ellos y les tocó los ojos. Al instante recobraron la vista.

Mateo 28:34

Casi podríamos decir que el milagro se produce cuando surge la compasión, más que cuando toca los ojos. De hecho, tocarle los ojos a una persona es muy fácil, cualquiera lo podemos hacer, sin embargo, com-padecer-nos, padecer con el que padece sinceramente y desde lo profundo, eso es mucho más complicado y puede llevar intrínseco el milagro.

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